lunes, 15 de marzo de 2010

La puerta cerrada

Creo que la peor pregunta que uno puede hacerse en cualquier momento de su vida es "¿qué hubiera pasado si...?" No existe peor impotencia que la de pensar que se pudo hacer algo respecto a una situación determinada, pero nos quedamos con los brazos cruzados, resignandonos a perder una batalla antes de si quiera habernos puesto la armadura, sin haber sangrado en la lucha, sin haber mostrado los dientes. No hay peor arrepentimiento que el que nace producto de no haber hecho nada, de sentir que dejamos a la vida escurrirse entre nuestros dedos como arena.

¿Qué se hace cuando la puerta se cerró y las oportunidades volaron lejos sin que hayamos conseguido atrapar alguna? ¿Qué se hace cuando se trata de volver en el tiempo sabiendo que es un absurdo imposible?

Se supera. Es como empezar a caminar. Avanzas un paso y caes. Lección aprendida. Te levantas y vuelves a comenzar. Ese es el viaje de la vida: caer, aprender, levantarte y caminar de nuevo sólo para volver a caer y repetir ese ciclo una y otra vez, creciendo más en cada caida.

Si la puerta está cerrada, tírala abajo. Si no puedes tirarla abajo, entonces puedes esperar pacientemente a que se abra de nuevo algún día. Pero si al lado de aquella puerta hay una ventana, entonces permite que sea tu forma de escapar de la habitación oscura en la que te encuentras antes de que se convierta en tu prisión, antes de que te acostumbres a su clima frio y sus paredes negras. Puede que esas otras vias nos lleven al mismo destino que anhelamos o a otro incluso mejor.

Es bueno ver el pasado para aprender de él y reconfortarte con los buenos recuerdos, pero no podemos vivir aferrandonos a algo que ya no existe ahora. Es bueno pensar en el futuro y luchar por conseguir lo que anhelamos, pero no podemos pasar los días soñando sin hacer nada. El hoy es lo único que tenemos en realidad, es el momento en el cual tenemo la posibilidad de apretar al mundo en nuestras manos. Así que la mejor opción que tenemos es dejar que la vida fluya libremente como un rio, abrir la mente a nuevas posibilidades, a nuevas oportunidades, en lugar de cerrarnos voluntariamente más puertas.

Quizás algún día la anhelada puerta se abra nuevamente, pero si eso no ocurre es mejor no perder de vista las puertas y ventanas que están abiertas ahora, invitando a cruzarlas, pues tras ellas está la vida esperando. Si esas puertas llegasen a cerrarse por esperar a que otra se abra, sólo regresaremos al mismo ciclo del arrepentimiento.

Es hora de abrir nuevas puertas y llegar a nuevos horizontes.

0 comentarios:

Publicar un comentario